La sobrina de mi vieja se convirtió en mujercita ¡y qué mujercita! Curvas, chichis y nalgas que cada vez que la veía me despertaban tentaciones prohibidas. Y a ella también, porque bien que la morrita me lanzaba miradas de tener ganas de ser desflorada, así que un día me tocó estrenarla, pero no yo porque yo quisiera, sino porque ella me buscó y se me lanzó. Pues a quién le dan pan que no llore. Me tocó estrenarla y con todas las de la ley, le enseñé a mamar verga, a chuparla y encima a saborear la rica leche que uno como hombre suelta. Luego me comí su lindo coñito y le chupé sus tetitas hasta hartarme. ¡Ah, diantre chamaca, qué bien me la follé ese día!
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