Pos el cuerpo de mi compadre estaba todavía calientito, recién sepultado, pero el cuerpo de mi comadre estaba ardiendo de deseos de placer, así que apenas regresamos del cementerio, la acompañé a su casa y pues entre lágrimas y abrazos nos fuimos metiendo mano en los cuerpos hasta que la morra me dijo “compadre no se vaya, venga a mi habitación a consolarme lo más que pueda” y aquí me tienen, comiéndole su rico coño, chupándole sus tetas y ella saboreando mi verga, chupandola, mamándola y echándose en sus ricas tetas toda mi leche. ¡Ah, qué mi compadre. Qué pena que se haya muerto!
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